La lluvia apaga el fuego
del olvido y del recuerdo,
convirtiéndonos en lerdos
de partidas que no juego.
Me invitas a este baile
del salón a la cocina,
sin cesar en la rutina,
tú tan santa y yo tan fraile.
Comenzamos la contienda
en el suelo y en la cama,
en el cielo y en pijama,
sin retorno y sin enmienda.
Nos lanzamos boca a boca
entregándonos al viento,
cabalgando sin aliento,
el infierno nos invoca.
Me confiesas tus secretos
mientras fumas un cigarro.
Nos tumbamos en el barro
de los sueños indiscretos.
Tú me pides que repita
sin remedios del pecado;
tú me dictas el dictado
con tu piel de Afrodita.
De la siesta me despierto,
ya no duermes a mi lado.
Es un cuento imaginado
en lo incierto del desierto.
Los deseos sólo cuentan
el retal del pensamiento,
en el tiempo de descuento
de los besos que lamentan.
Y de pronto me has dejado
disparando mil balazos,
que convierten en pedazos
mi coraza de soldado.
©
No hay comentarios:
Publicar un comentario