La excusa es un abrazo de mentira,
las flores de regreso en un balcón,
la cueva en un exilio de Altamira,
tu beso abandonado en un rincón.
Sonrisas con sabor a despedida,
la estancia en un retrete del avión,
el sueldo que se gana con “mordidas”.
Lo siento, yo no tengo educación.
El tiempo que me paso en la cocina
lo pierdo cuando juego en Malecón
soñando con tu cara de asesina,
clavándome la aguja de un tacón.
Las tardes de verano son distintas
si cambias de vestido y de opinión.
Tus curvas me amenazan variopintas
y yo no encuentro el fin de la canción.
Me muero por morirme mientras mato
el vuelo de este pobre y triste halcón
que a ras del suelo anuncia este relato
por culpa de una torpe discusión.
El fin de este poema tan ingrato
termina cuando acaba este renglón.©
Imagen: Carlos Losa Revuelta
No hay comentarios:
Publicar un comentario