AMIGA MÍA …
Dicen
los que saben, que se hace camino al andar. Supongo que la misma teoría se
puede aplicar al resto de las cosas, de la vida. Comenzar a escribir puede
llegar a ser parecido. Porque cuando ni siquiera las musas te visitan, siempre
hay algo o alguien que no falla y que te acompaña en todo momento. Muchas veces
no distingues su rostro, sus manos, su figura desafiante ante ti pero a la vez
fiel, como una sombra que no se aparta de ti.
Ella ha bailado contigo y en los momentos más felices ha surgido como de
la nada para recordarte que está ahí. La has odiado y a la vez la has
necesitado cuando todo parecía perdido.
Ella
ha cantado contigo las canciones que más huella te dejaron y que han marcado de
alguna manera tu forma de ser. En esos momentos te gustó hallarla, y quizá es
cuando con más claridad divisabas su boca recitando esas letras al compás del
viento, del ruido en las ciudades o en las tormentas de verano.
Ella
ha reído contigo en los momentos felices, en aquella adolescencia que ahora
parece tan lejana, cuando te enamoraste por primera vez, cuando iniciabas tus
primeros viajes para descubrir este mundo y a la vez, aprendiendo de esta vida
tan cruel y en ocasiones, tan maravillosa.
Ella
ha llorado contigo y sin que tú lo sepas, cuando la tristeza te acosaba. Te ha
limpiado las lágrimas y te ha hablado como lo hubiera hecho tu madre cuando
llegabas desconsolado en busca de sus brazos.
Sin
darnos cuenta habita en todos los lugares y donde menos te lo esperas; cuando
estás rodeado de amigos, en un concierto de rock, en una cafetería o incluso en
el momento de compartir el amor con tu pareja.
Ella
ha compartido los mejores libros contigo y tus mejores versos surgieron cuando
las malditas musas aparecían como un haz de luz, centelleantes y tan breves, que
no adivinabas a entender su mensaje. Entonces ella no fallaba, estaba ahí,
contigo, consiguiéndote las palabras adecuadas con su ritmo singular para ese
maldito poema.
Algunas noches, al venir de un
recital, siento que me persigue alguien. No estoy seguro y miro hacia atrás;
mientras, la recuerdo y me tranquilizo. Siento sus pasos cerca de mí e incluso hablamos
de nuestros problemas, de aquella canción que tanto te ha gustado, de aquel
verso tan especial que has escuchado, de esos abrazos que has sentido con los
amigos y de la historia tan bonita que vivimos juntos.
Y
mientras subes las escaleras de tu casa, cierras la puerta y te pones cómodo, también
sigues pensando en ella. Sabes que la vas a ver y que te la vas a encontrar de
nuevo. Descorcharás una botella de vino, vas a encender un cigarrillo y vas a
poner tu disco favorito de aquel cantautor que tanto te gusta. Es tu amiga y lo
sabes. Te abrazará rodeado de ausencias y en silencio tendrás la certeza de que
te cuenta mucho, más de lo que imaginas.
La
recordarás silenciosa pero leal, bella como ninguna, vagando por todos los
rincones de tu casa y querrás dedicarle amor eterno. Como el que ella te dedica
a ti.
Me complace llamarla por su nombre. Sé que a ella siempre le gustará:
SOLEDAD.
©
©