Entre tanto disturbio y violencia
un piano destaca entre el llanto
de sirenas que incitan la insolencia,
de un virus que se niega con espanto.
La música de cuerda se presencia
entre piedras que vuelan bajo un manto
de odio con tristeza sin licencia,
melodías para el desencanto.
Las calles se llenan de barricadas,
de protestas que niegan el sentido,
las tiendas de Lacoste saqueadas,
la canción se escucha entre el ruido.
“Eternal Flame” surge de la nada
y el Titanic se sumerge vencido.
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