La culpa no fue tuya, no estabas presente;
tampoco es que lo intuya, es sólo un recuerdo
que el tiempo, sin embargo, desvanece valiente,
no siempre tú me ganas, mientras loco me pierdo.
La culpa fue del vino, que lleva la corriente,
confunde las caricias, me convierte en lerdo
creyéndote a mi lado, fugaz e inocente,
bailando mis mentiras, en mutuo desacuerdo.
La culpa son mis ganas, que siempre me emborrachan
con besos olvidados, y abrazos imposibles
que borran la distancia, con sendas invisibles
que van al precipicio, con versos que despachan
que nunca somos libres, de estar enamorados.
La culpa es mía, el cuento se ha acabado.©