Los sábados bailábamos dormidos
jugando a ser inciertos en la selva,
soñando a no ser tuyo hasta que vuelvas
a verme como un perro enloquecido.
Gritábamos silencios del olvido
tratando que el amor se desenvuelva
y un juez degenerado nos absuelva
la pena del pecado cometido.
Los sábados soy tuyo si me quieres
queriéndote y matándome en tus brazos,
volando a ras del suelo junto a ti.
La noche quiere más amaneceres
desnudos, entregándote a retazos
con labios cielo rojo carmesí.©