Malditos sean los trenes sin destino,
los ángeles que pierden su guadaña,
tu voz cuando la muerte me acompaña
bailando con un viejo clandestino.
Maldita sea la luz del peregrino,
la huida del camino a la montaña,
la puta que a la vez te desengaña
cambiando los gigantes por molinos.
Benditas sean tus manos en mi espalda,
tus labios en mi boca derribando
los juicios sin prejuicios de un cabrón.
Bendita sea tu oscura minifalda,
tus piernas en un bar de contrabando
que sueñan con los versos de un ladrón.©
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