al abrigo de un frio tembloroso.
Los piropos se gritan con sordina,
y las formas se guardan en reposo.
Esa noche sirvió de emboscada
a dos locos borrachos sin remedio.
Aquel beso no fue una bofetada
y duró madrugadas de promedio.
Yo te invito una copa en mi balcón,
tú prefieres bailar en la terraza.
Yo no quiero que cantes nuestra canción
ni me mientas, cumpliendo tu amenaza.
Dame sólo, si quieres, un revolcón
mientras sueño contigo y me abrazas.
©
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