las sombras dejarán de perseguirme.
El baile se abandona a su suerte,
y el sueño me secuestra sin dormirme.
Mis ojos seguirán queriendo verte,
por mucho que me cueste despedirme.
En polvo nuestro cuerpo se convierte;
¡No trates de engañarme y confundirme!
El día que me vaya sin enmienda,
no quiero que me llores la tristeza.
La música suaviza la contienda
y limpia nuestros aires de grandeza.
Lo sabes, no hay Cristo que me entienda,
ni fiestas en mi entierro, sin cerveza.
©
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