El esperpento de un beso a traición,
la risa perversa del insolente,
el gesto machista de un presidente
sobra en la fiesta de la Selección.
El más machirulo en su condición
que besa sin permiso de la gente
se siente un apocado frente a frente
y un maleducado sin solución.
Ya somos las campeonas del mundo,
redondo, como el sol o la pelota,
tan grande como brilla una mujer.
Lo cierto es que ese gesto nauseabundo
es más que una bobada de un idiota
del cual sí nos debemos proteger.©
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