Los sonetos
que escribo estos días
son los
mismos que ocultan mis miedos,
son tus
manos posándose en las mías,
es tu pluma incrustándose
en mis dedos.
Mis palabras
invisibles sin dueño
ya no buscan
una rima cualquiera,
sólo surcan
rompiendo este sueño
que dedico,
por cierto, a la ligera:
Al hijo de
puta de mi vecino,
al loro
parlanchín de los cojones,
al listo del
botones Sacarino,
a la bruja
del quinto con tacones,
a la vieja
del visillo de lino,
al largo
paseo en los balcones.
©
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