martes, 5 de mayo de 2020

EL PUENTE DE LA VIDA


            EL PUENTE DE LA VIDA

    Esta copia a escala menor del Puente de Ariza, todavía en construcción, se encuentra enclavada en una rotonda, a la entrada de Úbeda, y proveniente de la antigua carretera que comunicaba la ciudad con la meseta castellana. El verdadero y original puente, obra del arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira, se sumerge en tierra de nadie o, mejor dicho, se esconde inadvertido en nuestras aguas, cuando los tiempos son de abundancia y nuestro último esparcimiento es el recuerdo.
            Cuenta la leyenda que, a su paso por el mismo, y descansando bajo uno de estos cinco arcos o bóvedas que lo rigen, San Juan de La Cruz, poeta místico y universal, obró un milagro: hizo aparecer de la nada algunos manojos de espárragos ante sus fieles acompañantes, y al mismo tiempo hizo desaparecer el hambre que arrastraban después de largos días de intenso y extenso camino.
           Mientras paseaba el otro día alrededor de esta rotonda y, contemplando exhausto la magnífica réplica de esta estructura arquitectónica, me acordé de este prodigio que significa vivir en libertad, de la delgada línea que separa la felicidad y el sometimiento. Hemos cruzado el puente varias veces y nunca hemos aprendido. Sólo había un bache, y hemos pasado sobre él en infinidad de ocasiones. Nunca tuvimos remedio.
            Nuestra vida va a cambiar mucho de ahora en adelante. Hemos cruzado el puente demasiado, y ahora lo hemos olvidado, lo hemos enterrado creyendo que avanzar significaba demoler, y que mejorar significaba ignorar.  Sólo tendremos un símil y un retrato, para que cuando pasemos por allí, recordemos que hubo una vida mejor, con unas costumbres y una manera de tratar a los demás, totalmente diferentes. Echaremos de menos los abrazos, los besos, el contacto, el mirarnos cara a cara...
            O quizá estamos a tiempo de remediarlo, tomando las medidas oportunas. No esperemos milagros, ni de la ciencia ni de ningún gobierno. Salir de aquí está en nuestras manos, ejerciendo con responsabilidad y cumpliendo estrictamente las normas. Porque yo no quiero cambiar mi forma de ser ni mi manera de vivir. Porque entonces no sería vida…
            Queremos regresar al verdadero y vetusto puente, rescatarlo de nuevo y enlazar con el pasado; despertar de lo que creemos, no es más que una auténtica pesadilla.

¡Soñé que abrazaba tu ausencia,
que a distancia me susurrabas al oído,
que sin tocarme me acariciabas,
que cantábamos de lejos
la misma canción,
que me helaba tu fuego,
que partías sin despedida,
que no sabíamos vivir así,
que todo seguía igual...
que salíamos a la calle, sin libertad!
©

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